Dos orejas y una boca
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
Conversando se entiende la gente. Nadie ha dicho que dialogar sea fácil. Una palabra más que gastada en nuestro vocabulario. Lo lamentable de las redes sociales es que regalan la impresión de diálogo, pero al final, tendemos a buscar a los iguales. Escuchamos no tanto para aprender o dejarnos enriquecer, sino para rebatir. Mientras el otro habla, preparamos ya una respuesta, y muchas veces sin considerar para nada lo dicho por el interlocutor. Diálogo supone empatía, perspicacia, ponerse en los zapatos del otro.
La propuesta de lograr un gran acuerdo nacional para los duros tiempos post-pandemia requiere capacidad de diálogo. Lo dijo San Juan Pablo II cuando visitó nuestro país: “Chile tiene vocación de entendimiento, no de confrontación”.
Dialogar es preguntar, atender, esperar respuestas. En ellas es fácil encontrar miedos, prejuicios y heridas, que al dialogante no le gusta airear, pero que es necesario entrever, leer con buena fe. El diálogo es un Arte, con mayúscula. Como dice el Papa Francisco: “Como todo arte, refleja la belleza, que es el reflejo de Dios”.
“El diálogo derriba los muros de las divisiones e incomprensiones, crea puentes de comunicación y no consiente que nadie se aísle”, señala el Papa Francisco. “El diálogo es expresión de caridad, porque ayuda a buscar de nuevo y a compartir el bien común; nos invita a ponernos delante del otro y verle como un don de Dios que nos interpela y nos pide ser reconocido”, agrega el Santo Padre.
Tenemos dos orejas y una sola boca. Justamente para escuchar más y hablar menos. Recordemos aquí la frase de San Agustín: en lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad. Lo esencial es el respeto al otro, sus derechos y deberes, la igualdad ante la ley, respeto a la democracia y sus reglas de juego. Mi libertad termina donde empieza la libertad del otro.
En lo opinable -¡tantas materias opinables!-, dejarse enriquecer por la novedad y estar dispuesto a ceder humildemente. Y sobre todo, la caridad, considerar al otro no como enemigo, sino como contraparte y a su vez como un igual, lo que redunda en una mayor unidad.
Unidad no es uniformidad. Se trata de combinar distintos puntos de vista, conjugando necesidades y bienes muchas veces escasos.
Los cristianos celebramos ayer domingo Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, el nacimiento de la Iglesia. Irrumpe trayendo unidad, paz, concordia y gozo. En estos días difíciles y ante un futuro muy complejo, en que se requerirán acuerdos para avanzar, bueno será implorar su asistencia, sabiduría y consejo.